Este artículo podría envejecer rápido y feo desde el primer minuto de juego o después del pitazo final, pero igual me arriesgo: sea este miércoles, en la vuelta ante Nacional, o en la siguiente ronda (de llegar a toparse) con Boca, si Alianza Lima quiere avanzar de fases en esta Copa Libertadores, debe hacer la diagonal.
Y es que, si se dieron cuenta, cuando la tiene el lateral Guillermo Enrique por derecha, ¿qué hace? La centra; cuando la tiene Miguel Trauco por izquierda, ¿qué hace? La centra; y cuando la tienen los extremos Kevin Quevedo y Eryc Castillo, también ¿qué hacen? La centran. Algo que, en el duelo copero de ida, los paraguayos leyeron rápido y bloquearon al único receptor, Paolo Guerrero.
Y santo remedio. Alianza Lima la tenía, la rotaba y presionaba, pero —a fin de cuentas— no producía nada. Si no hubiesen cobrado ese polémico penal, en La Victoria, ya se estaría hablando de que es mejor concentrarse en el arranque liguero. Pero no. Desde los doce pasos, Hernán Barcos no perdonó y en él está la clave para ganar de locales y avanzar de fase.
Pues, como se vio ayer (y siempre), al ‘Pirata’ le gusta recogerse como mediapunta, ponerse la ‘10’ en la espalda y combinar —de gran manera— con los Pablos (Ceppellini y Lavandeira), pero los que aún no entienden ese movimiento (o no cooperan) son los dos extremos, que se la pasan duplicando la labor de los laterales (llegar a fondo y centrar), en vez de —con balón o sin balón— hacer la diagonal.
Ambos, Kevin Quevedo y Eryc Castillo tienen que: o cortar hacia dentro desde la esquina del área rival, perfilarse y disparar; o aparecer en el punto penal para aprovechar un pase filtrado o un rebote. Eso le daría mayor peligrosidad al ataque íntimo, en vez de lo previsible de correr recto hasta el corner y sacar el centro. Falta atrevimiento.
Fuente: Perú21